Somos las espaldas curvas,
la indiferencia digital.
Arrastrando los pies nos dirigimos
todos hacia una verdad inexistente.
Pregunta sin respuesta que
nos consume y en el camino
sentimos superioridad.
Algunos hieren, porque se sienten heridos.
Y un pequeño desliz
una pequeña luz,
que cobra vida casi espontánea,
nos cambia por completo.
Nuestra cara gris se torna sol.
Y sentimos el fantasma cálido de la compañía.
Sea grande o inmensa.
Siempre vive
en los lugares más recónditos
de la biodiversidad mental más humana que el cemento.
domingo, 17 de enero de 2010
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